TEXTO: MONTIEL FIGUEIRAS MAURICIO
Andrés es un niño que tiene una tremenda afición por las golosinas y la comida chatarra. Su sueño en la vida es tener una tienda de abarrotes como la de don Ari, su gran amigo, llena de dulces, chocolates, frituras, refrescos, entre muchas otras cosas de su agrado. Para lograrlo ha decidido ahorrar todos sus domingos en una alcancía en forma de balón de futbol, deporte que es su otra gran pasión y que, sin embargo, no puede practicar como él quisiera debido a que su sobrepeso hace que se canse muy rápido. Sus malos hábitos alimenticios no sólo impiden que Andrés sea un buen futbolista sino que lo convierten en objeto de burla de sus compañeros de escuela ―quienes lo apodan «Señor Fritos»―, además de acarrearle otros fuertes tormentos como las visitas al dentista. La repentina muerte de don Ari, debida a problemas de salud derivados de su obesidad sume a Andrés en la tristeza pero, al mismo tiempo, lo hace reflexionar sobre sí mismo. En un sueño revelador en el que desciende al mundo de los glotones muertos, su amigo le revela una gran verdad: «Somos lo que comemos y morimos como comemos». Tras pensar en ello, Andrés dará un giro a su vida: aburrido de comer siempre lo mismo, decide probar alimentos mejores y más sanos; decide también destinar sus ahorros no a la tienda que tanto anhelaba sino a pagar sus clases de futbol.